Es lógico que queramos castigar a los que no se han portado bien con nosotros, o simplemente no se han portado porque han desaparecido y se han despreocupado de todo lo que suena a familia. No es lo mismo querer desheredar a un hijo que querer castigarlo. Mediante el castigo establecemos unas normas que el heredero tendrá que cumplir. No le quitamos su parte, pero sí le ponemos unas condiciones de obligado cumplimiento, si no, no heredará. Quizá así reflexione sobre el daño moral que ha causado.
Una de las primeras formas de castigar a uno de nuestros herederos es ponerle la condición de no poder tocar nada de la herencia en un período de tiempo determinado. Así, podemos establecer en testamento que el hijo tal no podrá disponer de la herencia hasta haber alcanzado una determinada edad. Mientras dure el tiempo durante el cual no podrá disponer de ella, la herencia podría ser administrada por el cónyuge superviviente, o por alguno de los hermanos, o por cualquiera del resto de los herederos.
Otra manera de castigar a un heredero, sería ponerle condiciones para optar a la herencia; así, por ejemplo, se podría establecer que no heredará hasta que finalice unos determinados estudios.
Otro castigo que suele dejarse escrito es el que hace referencia a los vínculos familiares que se tienen que respetar, que se lleva a cabo a través de las fiducias. Es común que en testamento se establezca la prohibición de tocar los bienes mientras se viva (se puede disfrutar de ellos) con el fin de que pasen a los hijos del heredero, es decir, a los nietos. Esto se hace para evitar que los bienes pudieran pasar a las familias políticas (cónyuge, etcétera) y mantener así el patrimonio familiar siempre en línea recta: padres, hijos, nietos, etcétera. El castigo está claro; el heredero podrá disfrutar de la herencia, pero no podrá vender nada de los bienes que la integran, deberá respetarla para las personas que el testador haya designado, normalmente los nietos.
Si el castigo va dirigido a más de un heredero, podemos establecer para todos ellos que no podrán disponer de la herencia en un tiempo determinado, durante el cual la administrará uno de ellos o un tercero.
Si lo que queremos es aplicar una reducción a uno de nuestros herederos, podemos hacerlo de varias formas: una, otorgándole directamente menos parte en la herencia; otra, gravándole con un legado a una tercera persona —por ejemplo, que tenga que pagar una determinada cantidad a un tercero—. Incluso penalizándole con un legado de pensión periódica.